EL MANIFIESTO DE LOS CAMINANTES
Por Mario Aguirre Montaldo. Fotografía: Mauricio Cancino.
Montada ya la exposición de fotografías sobre cerros, quebradas y bosques de la Cordillera de la Costa en Limache, se dio lectura al “Manifiesto” de los “Caminantes”, documento que nace en memoria y reconocimiento de Agustín Bermúdez, quien nos dejara hace unos años atrás.

La exposición contiene un registro de más de 40 fotografías de la Cordillera de la Costa de la Provincia del Marga Marga. Imágenes de los cerros Las Vizcachas, La Campana, El Roble, Los Yuyos, La Dormida y otros. Imágenes de las quebradas de Lo Castro, El Almendral alto, Escobares, Ocoa, Agua del Manzano, El Maqui, Quebrada Alvarado y otros, con sus correspondientes bosques y pequeños habitantes nativos.

La muestra permanecerá abierta al público en el Café “Chamanes” de Limache, ubicado en Prat 399, a dos cuadras de la Estación del Metro Tren.
El Manifiesto dice lo siguiente:
Puede ser que no volvamos jamás al monte, como puede ser que volvamos cien veces más, pero no importa, lo que hemos hecho ya es extraordinario. Hemos sido pregoneros de la naturaleza, devotos del mundo silvestre, invocando la vida que dimana del bosque, esa vida que permanece, nace y se renueva a cada minuto.
Sin saberlo, sin darnos cuenta, se ha ido anidando en nuestro espíritu un sentimiento de hermandad que trasciende al grupo, que emerge y se desplaza por los caminos caminados y por caminar. Eso nos pasa cuando estacionamos en un atrio del robledal, cuando alcanzamos el cénit de una roca, cuando nos deslumbra una pequeña yema o brote, cuando caminamos semialucinados, cuando nos invade un fervor crónico, cuando en las aguadas los canelos nos comparten lenguajes arcanos o terrenales, cuando nos perdemos en la médula de las quebradas, cuando la luz del levante nos perfila en la tierra húmeda, es decir cuando dejamos de ser excursionistas para transformarnos en incursionistas de la naturaleza.
Cada árbol, cada hoja, cada pequeño insecto, cada milimétrica flor, cada helecho, cada espora deja una rúbrica misteriosa en nosotros toda vez que, en estado de ensoñación, abrimos el reverso del bosque (aquel que no es posible ver con los ojos), aquel que permanece escondido en la historia del planeta y que necesariamente intuimos en cada acto litúrgico de caminar por los senderos. No importa el peligro, la escarpadura del talud, la despedida del sol, no importa si vamos por la vaguada del río, solo importan los vaticinios de las escenas inéditas que se abren a cada paso.
El espíritu del bosque y los sueños de las quebradas nos llaman a defender la vida silvestre de la codicia destructiva de quienes se arrogan el “progreso”. Defendamos la naturaleza que nos habla todavía por sí misma y nos exhorta a la vida.
Que se levanten los caminantes del mundo!

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Caminantes, sí hay caminos! Los cerros te pueden contar la historia del planeta, a pura roca.
Siento que Machado caminaba por las palabras, nombrando lo que encontraba para impregnarlo del sexto sentido que surgía de su verbo prodigioso… Pero tiene razón Alejandro; si hay caminos, es la impresión milenaria dejada en los suelos, y en las rocas, por la huella de los antropoides que nos precedieron…sin el camino trazado nuestros primos hermanos, los primates, no habrían cerros, caminados por ellos y por ellas, roca a roca, huella a huella…
Gracias Mario, por tu trabajo, y por el “Manifiesto de los Caminantes”, que siento que articula los sentidos del instinto natural, con el sexto sentido humano…